jueves, 28 de abril de 2011

Chico no conoce a chica.

Chico no conoce a chica, así es como acaban las verdaderas historias de amor, esta leyenda narra el sufrimiento del silencio en la pena del amor secreto, en la que se cuenta el estado de la melancolía en una tormenta sin fin, dando una pincelada sutil a la juventud que hoy día nos rodea, donde el viejo Román, un romántico contemporáneo, fanático de los sentimientos racionales demostrará que sin ser nadie alguien puede llegar ser tu todo.


Querida Gloría,
Por fin he entendido todo, he entendido que debía entenderte pero al final no nos entendimos y aquí estoy, entre la vida y la muerte, con la sinceridad más pura de ir deshaciendo todas esas mentiras, mentirijillas, engaños, o medias verdades de esta última temporada. Me enamoré de ti un viernes, lo recuerdo perfectamente porque los viernes tiendo a quererme más, por eso de que acaba la semana laboral y llega la libertad con plazo limitado, porque ya se sabe que a cada fin de semana le acabará saliendo un quiste en forma de lunes.

Entraste con aquella forma tan peculiar tuya, esa que no llama la atención pero no es capaz de dejar a nadie indiferente, la misma que sin decirte nada te ha rellenado tres hojas de reclamaciones, para entonces, yo no era nadie, no digo que ahora sea mucha cosa pero al menos puedo considerar que he formado parte de tu vida y eso era mucho más de lo que para entonces podía soñar.

Y entonces… ¿Román?, sí, esa fue tu primera palabra, la había escuchado tantísimas veces que aun no entiendo porque me quede petrificado, supongo que por entonces ya eras la dueña de mi corazón, y es que desde que mi madre se le ocurrió el precioso nombre, había llegado a mi oído con diferentes intensidades, me lo habían susurrado, gritado, pero nunca me había llegado de forma tan dulce como lo pronunciaste y nunca más lo he sentido igual.

Para ti era el simple chico de la revista del colegio, pero para mí has sido mi primer y mi último gran reportaje, te seguí como el mejor detective hasta el punto de ser tu sombra, al principio solo eras una simple obsesión, una de tantas, una de tantas pocas. Al principio creí que solo era curiosidad, pero al final fue interés, después deseo, hasta acabar en la obsesión más pura, más real y más aceptada, el amor.

Yo te observaba, no me cansaba de hacerlo, me acuerdo de cómo te comías aquellos snacks cada martes entre las clases de castellano y matemáticas, siendo infiel a tu dieta por una simple máquina expendedora. Hablando de infidelidades, quería decirte que mientras tú sufrías el síndrome de la abeja, esa enfermedad que no te deja ir más que de capullo en capullo, yo guarde mi agenda en un cajón y en ellas todas las oportunidades que iba rechazando, esperándote, manteniendo la esperanza de que algún día te fijarías en mí y no en mis columnas de aquel periódico. Al final el cajón reventó y cayó en mis manos aquella agenda, que quise desempolvar, con la finalidad de seguir desempolvando, pero el mercado ya estaba a la baja desde que yo lo deje, ahora, da igual que eslogan lleves o que la calidad de tu producto, tu imagen lo es todo y para mí eso suponía que solo entrar en la tienda, me derivaran a un todo a cien.

Poco tardo en arrollarme ese carro cargado de ilusión que con la esperanza inicial jamás abandono la velocidad de crucero, tú en cambio, empezabas a ser feliz con Jaime, el típico chico americano que toda madre querría para su hija en la adolescencia, guapo, atractivo, con buena familia, pero los bombones tan perfectos suelen estar envenenados. Pero tú eras feliz, lucias una sonrisa de oreja a oreja, quizás por eso no voy a perdonarme verte llorando en la más absoluta soledad por aquel mensaje anónimo denunciando cada uno de sus adulterios. Pronto me di cuenta que tu no eras para mí, justo en el momento donde te rehiciste de tus propias cenizas, pusiste a Jaime en su onda hasta cantarle las cuarenta. Puro espectáculo, siempre creí que la tolerancia estaba sobrevalorada y el respeto subestimado.

Después de aquí me dedique sufrirte en silencio y amarte gritando. Tuve que verte fracasar con cada uno de tus amores, Oscar, el amor especulador, ese que por cada ilusión financiada, pedía un reembolso que cubriese tal esfuerzo, acabo con un déficit que jamás pudo cubrir.
Luego apareció Ricardo y su amor espejo ese que le hacía quererse a raíz de los demás, pero el espejo siempre acaba agrietándose. El tiempo dio entrada a Luis, y creasteis una relación alfombra, que guarda más mierda debajo que la que realmente se ve, sin contar que el olor acaba siempre percibiéndose. Y por último llegó Eduardo, y su amor placebo, ese que hacía creer que estarías mucho peor sin él.

Nunca te dije nada, porque tuve miedo, y el miedo es el negocio más rentable que hay, pregúntale a cualquier eclesiástico si ahora no me crees, el miedo es sencillo de crear, fácil de trasmitir y muy difícil de eliminar, rentable, explotable y como no, interminable. Intente dejar de darle curiosidades para comer a mis inquietudes pero me olvide que si mis inquietudes no comen casualidades me comen a mí.

Así me fui consumiendo poco a poco, entre las sombras como siempre, amándote como nunca, cuando estabas cerca el corazón me latía hasta salirse del pecho, era algo único, quizás de las mejores sensaciones de mi vida, no te preocupes que no tienes la culpa de nada, era yo quien avisaba a los taxis cuando salías de fiesta, era yo quien te guiaba por las calles cuando ibas borracha, era yo quien te enviaba los apuntes por correo, era yo quien fue tu ángel de la guarda, era yo quien se consumió con la esperanza de consumirte. No fui tu amigo, ni tu novio, ni tu amante, soy el que más te ha querido, y con eso yo, con eso tengo bastante.

Román, volvió hacer una bola de papel con la carta intentando encestar en esa papelera rebosante de aquellas bolas hechas de árboles cortados injustamente, dejo su bolígrafo en el lapicero, y volvió a tumbarse en la cama. Pronunciando esta frase:

“Mañana será otro día, otro día igual.”

domingo, 17 de abril de 2011

Egoísmo.

Todo es terrenal, todo depende del yo, del mí, del me y del conmigo. Qué triste de verdad, por eso no me extraña como está el mundo, constantemente cada uno barre para su casa y además se presume de ello, como si el síndrome de diógenes se pudiera cuantificar. El perdon y el gracias comienzan a ser vacunas muy rentables pero poco efectivas, pues no todo organismo está entregado a la causa de la sinceridad y de la culpabilidad real que suelen ser la penicilina más efectiva, faltan muchas horas de reflexión, sobran muchas otras de adquisición, es de bien nacidos ser agradecidos, y yo agradezco cada paso que doy. Y sé pedir perdon, aunque me pase los dias dando las gracias y pidiendo perdon, es mejor que no agradecer nada, y no sentirse culpable de nada.

Demasiado tarde o demasiado temprano. Nunca justos de tiempo.