Odio el café caliente, lo confieso, lo odio con la misma intensidad que adoro ducharme con agua caliente durante todo el año, y ahora que lo pienso es complicado de explicar, como cuando dices estar solo con la esperanza de que alguien llegue pronto, creer que pidiendo deseando salud estarás más sano, complicado. Supongo que mejor estar quietos que afrontar que nada cambia, ni para rompernos. No lo entiendo, como la absurda teoría que dice que las despedidas empiezan con algo triste.
Ahora sé que una parte de mí ha tocado fondo, algo insalvable en el cambio, todo vacío excepto el lugar donde me encuentro.
"Que todo vuelve a ser como al principio pero sin cuchillos se ha completado el ciclo."