viernes, 8 de julio de 2016

En ti mismo.

Se me da genial dejarme barba, perderme en la montaña, fotografiar paisajes, sacar la lengua en instantáneas, observar desde lejos, hacer como que sé que hago con mi vida y música, siempre música.

 Me atrae y destroza la idea de asumir riesgos. Como esas heridas que parece que se curan porque se cierran por los bordes, pero nunca terminan de cerrar. Lo sé por experiencia: si no te puedes abrir, terminas encerrándote en ti mismo. Y ahí nunca llega a entrar nadie. Ni aprendes a salir a tiempo.


 Como quien a fuerza de querer, fue viento de huracán y agua que rodea un barco a la deriva.










martes, 28 de junio de 2016

Autocomplacencia.



A veces, escribo como si nadie me fuera a leer. Otras, sin embargo, escribo para millones de personas que jamás llegarán a leerme. Simplemente, porque creía que las palabras hacen eco en la eternidad si tenian la suficiente fuerza. 

Antes de empezar a escribir, me gustaría pedir disculpas a todos los que he decepcionado durante el año. Es un poco difícil de entender, a veces se puede tratar de hacer algo, a veces puedes estar tan preparado, a veces puedes darlo todo, y que no sea suficiente. Puedes extrapolarlo como quieras porque hagas lo que hagas nunca será suficiente para alguien, aunque ese alguien, puedas ser tu mismo. Todavía, a día de hoy, no he encontrado la llave del éxito, pero he entendido que la llave del fracaso es tratar de agradar a todo el mundo. 

Estoy convencido de que la autocomplacencia es un éxito que deberíamos alcanzar con mayor frecuencia. La catástrofe es pensar que te has equivocado porque no están de acuerdo. Ese día se mentirán las palabras, se equivocarán los mensajes, te autojoderás en diferido y, algún día, pensarás que necesitas ser más fuerte y estar menos triste, cuando lo triste es que necesitarás ser otro para ser tu mismo. 

Porque a ti mismo, es el lugar donde debes volver siempre.




domingo, 6 de marzo de 2016

La Guerra Fría.

"En la guerra, cualquier bando puede llamarse vencedor, pero no hay ganadores, todos son perdedores"

Las relaciones, de todo tipo, son una guerra constante. Una lucha por la supremacía de la razón. La estrategia de ceder y conquistar posiciones para situarte en un lugar privilegiado para la siguiente confrontación. Si te empujan, tira. Si te tiran, empuja. En las guerras triunfan aquellos que saben cuándo luchar y cuando no. Y la mejor guerra es aquella que se gana sin luchar. Saber cuándo tirar, cuándo empujar.

Lo peor son las heridas, la sangre derramada en el paso de los días, las cicatrices que quedan para toda la vida, lo peor es todo aquello que queda en batalla y no vuelve nunca más, todo lo que edificamos roto para siempre, el fuego cruzado que te alcanza en forma de palabras, los movimientos que no deberías haber hecho y aquellos que te acabaron destruyendo. La guerra pasa, siempre pasa, pero nosotros nos quedamos, como aquella esperanza antes de destruirse a sí misma. Y sin esperanza, como todos sabéis, no hay vida.

¿Y la paz?, os preguntareis. La paz, como definió Risto Mejide, es el periodo de tiempo entre dos guerras y, bajo mi punto de vista y creo que en esto podríamos ponernos de acuerdo todos, el mejor momento de una guerra. Aunque, a veces, creo que es mejor tener paz que tener razón. Otras veces, simplemente, recuerdo que la razón es lo único que nos queda para tener paz con nosotros mismos.

La vida te acaba enseñando que se puede perdonar a alguien que tenga algo de oscuridad en su interior, pero jamás se puede perdonar a alguien que teme a la luz.